viernes, 18 de julio de 2014

SAN PABLO MODELO DE FE



San Pablo modelo de fe 

I.       La Palabra de Dios
La fe de san Pablo “no es una teoría, una opinión sobre Dios y el mundo. Su fe es el impacto del amor de Dios en su corazón. Y así esta misma fe y amor por Jesucristo”[1]. La fe y el amor que san Pablo ha experimentado por Jesucristo, los vemos descritos en su carta dirigida a la comunidad de los Filipenses. Por lo que proponemos el texto de Fil 3,1-11, para reflexionar sobre san Pablo como modelo de fe. Allí san Pablo narra la sacudida que le provocó la revelación de Cristo. En este texto, la conversión no viene narrada como en Gal 1,15.16, ni como lo hace el evangelista Lucas en los Hechos de los Apóstoles  (cf. 9, 3-19; 22, 6-16 y 26, 12-18); aquí se pone en claro que ese acontecimiento fue la pieza clave que provocó que un hebreo, cuya estirpe que se remonta a Benjamín y a Jacob, descubriera lo poco que eso importaba… ante el encuentro con Dios.
Fil 3,1-11
«1Mientras tanto, hermanos míos, alégrense en el Señor. A mí no me cuesta nada escribir las mismas cosas, y para ustedes es una seguridad. 2¡Cuídense de los perros, de los malos obreros y de los falsos circuncisos! 3Porque los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que ofrecemos un culto inspirado en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, en lugar de poner nuestra confianza en la carne, aunque yo también tengo motivos para poner mi confianza en ella. 4Si alguien cree que puede confiar en la carne, yo puedo hacerlo con mayor razón; 5circuncidado al octavo día; de la raza de Israel y de la tribu de Benjamín; hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un fariseo; 6celoso perseguidor de la Iglesia; y en lo que se refiere a la justicia que procede de la Ley, de una conducta irreprochable. 7Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de Cristo. 8Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo 9y estar unido a él, no con mi propia justicia –la que procede de la Ley– sino con aquella que nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe. 10Así podré conocerlo a él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus sufrimientos, hasta hacerme semejante a él en la muerte, 11a fin de llegar, si es posible, a la resurrección de entre los muertos.»

La fe para san Pablo es una respuesta solícita al llamado de Dios (cf. Gal 1, 16). Es la respuesta a una persona, no a un mandato. Es la aceptación de un mensaje que se nos ha revelado. La fe es confianza en esa persona (cf. Fil 3,7). Es un acto, fruto de una decisión. Es la actitud de mantenerse fiel, asumida después de haber decidido (cf. Gal 3, 1-4; 13-14; 4, 3-7). 
San Pablo mismo se propone como modelo de fe, cuando dice a los creyentes: “imiten mi ejemplo” (Fil 3,17).  Él se pone como modelo de respuesta al llamado de Jesucristo el Hijo de Dios, quien con su vida, dio ejemplo de respuesta total al llamado de Dios. 
            En la carta a los Filipenses san Pablo dice a los creyentes que la manera de corresponder a la llamada de Dios es teniendo los mismos sentimientos, las mismas actitudes y la misma forma de obrar de Cristo (cf. Fil 2, 1-5). La humildad, es el ejemplo o forma, en que el cristiano se asemeja más a su Señor y el himno cristológico presenta el esquema de “humillación – exaltación”,  con el que podemos ver claramente, que delante de la gloria va la humillación:
«6El, que era de condición divina,
no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente:
7 al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor
y haciéndose semejante a los hombres.
Y presentándose con aspecto humano,
8 se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte
y muerte de cruz.
9 Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
10 para que al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla
en el cielo, en la tierra y en los abismos,
11 y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:
“Jesucristo es el Señor”» (Fil 2,6-11).

Ahora bien, san Pablo plasma estos sentimientos, actitudes y acciones en su imitación (mimetés) de la forma de obrar de Jesús (Fil 3,4-11). Lo que era ganancia y que ahora considera una pérdida, son aquellos factores familiares, étnicos, sociales, religiosos, que se mencionan en los vv. 4-7. Lo que ahora es ganancia es el conocimiento de Cristo, Jesús mi Señor (v.8; cf. 1,21). El conocer  no es un saber intelectual. Es el conocer típico del Antiguo Testamento, en relación con la obediencia; es tener la Ley inscrita en el corazón, que es la sede de los afectos y decisiones (cf. Os 4,1). El conocimiento de Cristo es tener experiencia del amor y fidelidad de Dios.
            San Pablo  ha perdido todo (v.8), ha dejado de ser quien era antes, ha dejado sin valor todo lo anterior, más aun, todo lo tiene por estiércol con tal de ganar a Cristo. Y vivir unido a él con una salvación que no procede de la ley, sino de la fe… (v.9). San Pablo, ya había aludido a cumplir la ley con la confianza en nosotros mismos (cf. 3,4). Lo que verdaderamente salva es la unión con la persona que nos vincula con el Padre, la fe en Cristo Jesús, porque el creyente no vive para sí mismo, sino para saberse amado y perdonado, al estar unido y creer en el Hijo de Dios que se entrego a sí mismo por todos los hombres (cf. 2,5-8). De esta manera conoceré a Cristo y experimentaré el poder de su resurrección… (vv. 10-11). Aceptar a este Hijo de Dios, es entrar en una profunda relación de identificación y seguimiento de Cristo, en su entrega hasta la muerte, para ser también conformados a él en la resurrección (cf. 1,29-30; Rm 8,32).

El cristiano puede responder al llamado de Dios imitando a Cristo y a san Pablo (cf. Fil 3, 12-21; Gal 1, 16; Fil 2, 1-5; 2, 6-11; 3, 1-11). Si nosotros nos hacemos semejantes a Dios, el nos hará semejantes a él, Fil 3, 20-21:
«20En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. 21 El transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.»
II.                El Magisterio
El Papa Benedicto XVI en su Audiencia General del año dedicado a san Pablo, abordo el tema de san Pablo y los Apóstoles en relación con el seguimiento de Jesús. Estas relaciones estuvieron siempre marcadas por un profundo respeto y por la franqueza que en san Pablo derivaba de la defensa de la verdad del Evangelio. Aunque era prácticamente contemporáneo de Jesús de Nazaret, nunca tuvo la oportunidad de encontrarse con él durante su vida pública. Por eso, tras quedar deslumbrado en el camino de Damasco, sintió la necesidad de consultar a los primeros discípulos del Maestro, que él había elegido para que llevaran su Evangelio hasta los confines del mundo.
            En la carta a los Gálatas san Pablo elabora un importante informe sobre los contactos mantenidos con algunos de los Doce: ante todo con Pedro, que había sido elegido como Kephas, palabra aramea que significa roca, sobre la que se estaba edificando la Iglesia (cf. Ga 1, 18); con Santiago, “el hermano del Señor” (cf. Ga 1,19); y con Juan (cf. Ga 2,9). San Pablo no duda en reconocerlos como “las columnas” de la Iglesia. Es significativo el encuentro con Cefas (Pedro), que tuvo lugar en Jerusalén: san Pablo se quedó con él 15 días para “consultarlo” (cf. Ga 1,19), es decir, para informarse sobre la vida terrena del Resucitado, que lo había “atrapado” en el camino de Damasco y le estaba cambiando la vida de modo radical: de perseguidor de la Iglesia de Dios se había transformado en Evangelizador de la fe en el Mesías crucificado e Hijo de Dios que en el pasado había intentado destruir (cf. Gal 1,23).
            ¿Qué tipo de información sobre Jesucristo obtuvo san Pablo en los tres años sucesivos al encuentro de Damasco? En la primera carta a los Corintios podemos encontrar dos pasajes que san Pablo había conocido en Jerusalén y que ya habían sido formulados como elementos centrales de la tradición cristiana, una tradición constitutiva. Él los transmite verbalmente tal como los había recibido, con una fórmula muy solemne: “Os transmito lo que a mi vez recibí”. Insiste, por tanto, en la fidelidad a cuanto él mismo había recibido y que transmite fielmente a los nuevos cristianos. Son elementos constitutivos y conciernen a la Eucaristía y a la Resurrección; se trata de textos ya formulados en los años treinta. Así llegamos a la muerte, sepultura en el seño de la tierra y a la Resurrección de Jesús (cf. 1Co 15, 3-4).

III.       Palabra del Fundador
«San Pablo fue modelo en la fe. Cuando en el camino de Damasco, apenas caído del caballo, oyó la voz del Maestro que le dijo: ‘Yo soy Jesús a quien tú persigues’, ya no dudó de la verdad de la religión cristiana y llevó su fe hasta los extremos confines de la tierra. La anunció a los pastores de la llanura, a los habitantes de las montañas, a los pueblos de entonces: gálatas, corintios, tesalonicenses, efesios, y su voz se oyó en Atenas y en Roma, en Jerusalén y en todo el Oriente.
Su doctrina era tan clara, su fe tan viva que conquistaba y, a la vez persuadía; por lo que con razón exclamó san Juan Crisóstomo que san Pablo llevó a todos los pueblos en el corazón, y más bien le faltaron a él los pueblos que no él a los pueblos.
Tuvo, pues, una fe firmísima, una esperanza segura, una caridad ardiente: ¿Quién me separará del amor de Cristo? Animoso y contento, salió al encuentro de la espada y de la muerte, espada y muerte le rindieron un buen servicio pues le unieron más íntimamente a Jesucristo»[2].
            Lo que esencialmente ocurre en Damasco es, dicho con una fórmula tradicional pero que puede expresar muy aproximadamente la experiencia, que Saulo reconoce a Cristo como su Señor en todo el sentido que ese reconocimiento tenía. Tal reconocimiento no está cargado en primer término de ideas, sino que es otra cosa más global, personal, afectiva.
            En otras palabras podemos decir, que Pablo comienza a creer en el Señor Jesucristo, que pasa a la fe en el Hijo de Dios, “que me amó y se entregó a la muerte por mi” (Gal 2, 20). Saulo se convierte en cuento que cambia de vida y enfoca su existencia desde Jesucristo.
            Para lograr que la vida religiosa sea un paraíso en la tierra,  necesitamos una fe que nos haga ver siempre a Jesucristo en los hermanos[3]. Además, la fe, es el elemento decisivo y esencial para que alguien esté en Cristo. La característica inicial y más clara para poder hablar de que un ser humano está en Cristo es que crea. Que sea creyente es lo que cambia a una persona de estar sin Cristo a estar con Cristo.
            Se puede comenzar diciendo que la fe es lo que distingue a cristianos de no cristianos, a creyentes de no creyentes. Es su fuente de identidad. La importancia de la fe, del creer, resulta evidente, y casi no es preciso ponderarla. Ya desde el comienzo de su correspondencia aparece la fe como la respuesta humana al anuncio del Evangelio que Pablo reconoce en sus cristianos y por la que da gracias (1Tes 1, 3.7.8).
            ¿Por qué San Pablo es tan grande? ¿Por qué hizo obras tan maravillosas? ¿Por qué año tras año su doctrina, su apostolado, su misión en la Iglesia de Jesucristo son siempre más  conocidos, admirados y celebrados? Él es uno de aquellos santos que día con día rejuvenecen, dominan, conquistan: ¿por qué? La respuesta hay que buscarla en su vida interior. Allí está el secreto.
«Decía san Agustín: ‘Fe es creer lo que no ves’, o sea admitir una verdad, no porque se la entienda sino por el testimonio de otro; en este caso es Jesucristo mismo quien habló predicando y hoy habla por medio de la Iglesia. Las verdades de la fe tienen una seguridad absoluta.
La fe es el fundamento de la vida espiritual: ‘Fundamento y raíz de toda justificación’ (Concilio de Trento). ‘Sin fe es imposible agradar a Dios y alcanzar su gloria: quien se acerca a él debe creer que existe y que recompensará a quienes le buscan’ (cf. Heb 11,6).
Los dones de la ciencia, de la inteligencia y de la sabiduría tienen en común que nos dan un conocimiento experimental o casi experimental, pues nos hacen conocer las cosas divinas no por razonamiento sino en fuerza de una luz superior que nos las presenta como si tuviéramos experiencia de ellas. Esta luz comunicada por el Espíritu Santo es ciertamente la luz de la fe, pero más activa e iluminadora de lo habitual.
El don de la ciencia nos hace juzgar rectamente de las cosas creadas en sus relaciones con Dios. Se define así: un don que, por la acción iluminadora del Espíritu Santo, perfecciona la virtud de la fe, haciéndonos conocer las cosas creadas en su relación con Dios»[4].
La fe, es la raíz de toda santificación y de todo apostolado y de toda estabilidad. Por ello, la vocación nace de una fe viva, y se sostiene y activa si ésta se hace cada vez más iluminada, sentida, practicada. El apostolado es irradiación de Cristo y de la verdad, de la moral y del culto enseñados por él. Depende de Dios el fruto del apostolado, para que las almas acojan el mensaje y se adhieran, porque la ciencia abre el camino a la fe, pero no es la fe; y para que el apóstol trabaje con mérito: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5)[5].

IV.       Actualización
1. ¿Cuáles son las actitudes, valores de los que san Pablo se siente orgulloso antes y después de su encuentro con Cristo? ¿Cuáles son los sentimientos que nos unen a Cristo y reflejan la unidad en la fe?
¿Nuestra fe refleja el conocimiento que tenemos de Dios? ¿Con qué actos concretos demostramos nuestra fidelidad a la Palabra de Dios?
2. San Pablo vivió su proceso de conversión cada momento de su vida. ¿Nosotros hoy cómo vivimos la conversión personal y comunitariamente?
3. ¿Qué resonancia tiene en mi vida, el ejemplo de fe, entrega y servicio de san Pablo?

V.        Bibliografía
1. Sagrada Escritura
 RAMIREZ, Francisco, Gálatas y Filipenses, Navarra 2006.
2. Magisterio de la Iglesia
Benedicto XVI, Discurso en la Basílica de San Pablo de Extramuros, durante las Vísperas de la Solemnidad de san Pedro y san Pablo en 2008.
3. Escritos del Fundador
ALBERIONE Santiago, Ut perfectus sit homo Dei, San Pablo, Roma 1998.
-------------------------, Alma y cuerpo para el Evangelio, San Pablo, Roma 2005.
-------------------------, El apóstol Pablo, inspirador y modelo, San Pablo, Roma 2008.
4. Carta del Superior General de la SSP, Agosto de 2012.



[1] Benedicto XVI, Discurso en la Basílica de San Pablo de Extramuros, durante las Vísperas de la Solemnidad de san Pedro y san Pablo en 2008.
[2] ALBERIONE Santiago, El apóstol Pablo, inspirador y modelo, San Pablo, Roma 2008, 244.
[3] Cf. ALBERIONE Santiago, Ut perfectus sit homo Dei, San Pablo, Roma 1998, 221.
[4] ALBERIONE Santiago, Alma y cuerpo para el Evangelio, San Pablo, Roma 2005, 40.
[5] Cf. Íbidem, 196.

viernes, 11 de julio de 2014

¿Están amenazados el matrimonio y la familia?



                   ¿Están amenazados el matrimonio y la familia?

Autor: Alejandro González | Fuente: Catholic.net 

Muchos casos aparecen frecuentemente en los medios de comunicación sobre matrimonios en dificultades o que se rompen, lo que conlleva familias desectructuradas. Normalmente son casos de personas populares o famosas pero muchos de nosotros, me atrevo a decir que todos, conocemos casos parecidos en el ambiente familiar o social que nos rodea. ¿Qué está pasando? ¿Está realmente en crisis la institución matrimonial y familiar? Permitidme que no conteste con un sencillo sí o no y pase a desarrollar una serie de aspectos para llegar a unas conclusiones que, siendo evidentemente las mías, se las brindo por si pueden ayudar en alguna medida.

No de extrañar que el asunto no ande bien porque son muchas las acometidas que están sufriendo el matrimonio y la familia y el poco aprecio que en esta sociedad tiene la palabra compromiso, fidelidad y otras similares. Tampoco ayudan la normativa legal que se fabrica en nuestros parlamentos en relación con este asunto. Hay que ver la de dificultades que he tenido en estos días para cambiar de compañía de teléfonos y tengo mis dudas sobre si habría ocurrido lo mismo ante un planteamiento de divorcio.

Decía que no gusta hoy el compromiso y menos el compromiso duradero. Incluso entre los que nos llamamos cristianos hay quienes no se toman muy en serio cosas como el compromiso con Dios, con la familia, incluso con el trabajo. No exagero, me basta con mirar alrededor y comprobarlo. Admito que no siempre es así pero y admito que hay personas que creen en la palabra dada, tal vez tú que me estás leyendo seas una de ellas, pero mira el ambiente y verás que tengo razón en parte no pequeña.

El ejemplo que se está dando a los que viene detrás no me parece que colabore a que las cosas mejoren. Espero y deseo que ocurra lo contrario y que muchos niños y jóvenes que están viendo lo que lo que hacen muchos mayores y sus consecuencias tomen el camino contrario a ese ejemplo nefasto. A esta deseable actitud también puede contribuir, sin duda, otros ejemplos buenos, que los hay.

Fijémonos en las tres palabras que resaltan en todo lo que aquí escrito: Acometidas, normativa legal y ejemplo que desarrollaré brevemente en las siguientes líneas. Cierto es que cada una, por su importancia, requeriría al menos un artículo completo pero abusaría de vuestra paciencia y del espacio que debo dar a mis artículos. Tal vez haya tiempo de hacerlo en un futuro.

Acometidas: No son nuevas en la historia de la humanidad, como casi nada, ya que los seres humanos somos poco originales en nuestras maldades. Ha sido desde hace un par de siglos cuando esos ataques se están produciendo con mayor virulencia. El materialismo del que están impregnadas ciertas ideologías que invaden nuestro mundo a partir de siglo XIX es el origen de esas virulentas agresiones. Para ejemplo traigo a vuestra consideración el comentario del filósofo Friedrich Engels (1820-1895), uno de los padres de ese materialismo:
"La familia conyugal dejará de constituir la unidad económica de la sociedad, la economía privada doméstica se transformará en una industria social. El mantenimiento y la educación de los hijos se convierten en asunto público, la sociedad se hace cargo, por igual de todos los niños, sean legítimos o naturales; con ello desaparecerá la preocupación por las “consecuencias”……..motivo suficiente para que se instaure poco a poco una mayor libertad en las relaciones sexuales…… Entonces, no habrá otro motivo más que la inclinación recíproca. Donde ésta cese o venga suplantada por otra inclinación, inmediatamente el divorcio resuelve esta dificultad ahorrando a las personas enfrentarse en el inútil fango de un proceso".

He resaltado ciertas frases que son de plena aplicación a lo que pasa en nuestros días, aunque hayan sabido infiltrarlas disimuladamente.

Normativa legal: La legislación, en sus diferentes rangos, que emana de muchos organismos nacionales e internacionales, ha sido construida en muchos casos por personas que, en el siglo pasado, han sido impregnadas por la citado materialismo que se impartió en las aulas de nuestros centros de estudios superiores. Volviendo a recordar a otro escritor esta vez del siglo XX, Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), me permito transcribir lo siguiente:

“Quienes hablan contra la familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen”.

Mi admirado Chesterton no me atrevo a contradecirte pero si añadir que ahora, y tal vez entonces también aunque no viví en tu época, hablan poco pero actúan sin descanso porque sí saben lo que quieren deshacer.

Ejemplo: Nosotros los que sí creemos en la familia y, sobre todo, estamos dispuestos a defender sus derechos en beneficio de los que vienen detrás (nuestros hijos, nietos, etc.) tenemos unas sagradas obligaciones:

-Preocuparnos y ocuparnos de estos asuntos, formándonos y ayudando a formarse a otros, empezando por la propia familia. Todos tenemos que aportar en esta lucha porque “la familia es el principio de la ciudad y como seminario de la cosa pública” (Cicerón) y, además, “la fuerza de una nación se deriva de la integridad del hogar” (Confucio).

-Movilizarnos socialmente para que sean reconocidos sus derechos. Cada uno en su lugar, parlamentos, asociaciones, incluso en el mostrador de la cafetería. Pero sepamos que la lucha en solitario es poco eficaz, hay que unirse, asociarse, pasando por encima de protagonismos y discrepancias personales en asuntos no fundamentales.

-Mostrar lo hermoso que es la familia con su unidad, apoyo mutuo, generosidad en la entrega y sacrificio alegre y otras muchas virtudes que debemos vivir día a día en la nuestra.

Después de tanta cita de laicos, la mayoría ni siquiera cristianos, permitidme terminar con una cita de Juan Pablo II que nos decía: “El futuro de la humanidad se fragua en la familia”.


En tus manos y en las mías, entre otras, está ese futuro, no dejemos que nos lo arrebaten sin por lo menos luchar por él. Se lo debemos a las próximas generaciones.

El método verdad, camino y vida ( para la lectura bíblica)


                                          El método verdad, camino y vida 
                             para la lectura bíblica 

            cuando comenzamos a caminar necesitamos de algún tipo de apoyo, la mano de nuestro padre o nuestra madre, gatear, el andador... lo mismo nos ocurre al comenzar nuestro itinerario oracional con la palabra de dios, necesitamos de un método que nos ayude a caminar por esta senda de la oración.
            el método que queremos compartir con vosotros se llama verdad, camino y vida.  no es algo nuevo, hunde sus raíces en la lectio divina practicada en el seno de la iglesia desde los primeros tiempos como hemos podido apreciar en el recorrido histórico. tal es así que las tres partes de este método se corresponden con las tres partes tradicionales de la lectio: lectura, meditación, oración. pero antes de comenzar a orar con la palabra, a nuestro parecer, son necesarios algunos preparativos.
            busca un lugar tranquilo, donde nadie te moleste. es importante hacer silencio. también es importante el ambiente. puedes disponer una biblia abierta, adornada con flores, acompañada por la luz de una vela, un icono... es decir, preparar el lugar de modo que te invite y ayude a orar.
            tómate tu tiempo, te aconsejo que dediques a la lectura orante una hora, pero si te resulta demasiado, puedes utilizar media hora. desde un punto de vista pedagógico y, sobre todo al principio, vamos a dividir cada momento de la lectura orante en períodos de tiempo de veinte minutos cada uno, si es que le dedicamos una hora, si no pues la mitad. el paso de un momento a otro, sobre todo en la lectura orante comunitaria, lo podemos señalar con un canto, una oración, una invocación... nos podemos ayudar de una música de fondo, una canción, una imagen... si lo vemos conveniente.
            comienza por invocar al espíritu santo. que sea él quien guíe tu itinerario. recuerda que la sagrada escritura es escritura inspirada. el espíritu santo es quien abre nuestro oídos, nuestro entendimiento y nuestro corazón a la palabra que hoy se cumple ante nosotros. él es el único que nos puede ayudar a entender mejor el texto sagrado.

a.- Invocación al Espíritu Santo
            Esto puede hacerse de diversas maneras: un canto, una oración, un momento de silencio. Lo importante es que nosotros nos hagamos consciente de su presencia y lo invoquemos para que nos haga comprender el pasaje que vamos a leer y sepamos actualizarlo al  hoy que estamos viviendo, a nuestras necesidades concretas, a nuestro vivir cotidiano.

b.- Verdad. Lectura. ¿Qué dice el texto?

La pregunta a la que tenemos que responder en este primer momento es. ¿qué dice el texto? Para ello es necesaria la lectura atenta, pausada, sin prisa de la Palabra. Podemos leer el texto en voz alta de modo que participen más sentidos. Es el momento de «masticar» lentamente la Palabra, de trillarla, de desmenuzarla. Se hace imprescindible que conozcamos lo mejor posible el pasaje con el que estamos orando.
            Por tanto, lo primero que haremos será enmarcar el dentro de su contexto, para ello leeremos la introducción al libro correspondiente. En ella fíjate en el ambiente en el que se desarrolla: sobre todo el tiempo y lugar en que fue escrito el libro correspondiente, y a qué necesidad concreta del Pueblo de Israel o de la Iglesia hace frente. Lee, también, las notas a pie de página, te ayudaran a entender mejor el texto, por último lee los texto paralelos. Todo ello te dará una visión global del pasaje.
            Vamos a continuar desmenuzando el texto, sin ninguna otra ayuda, mas que la de nuestra Biblia. Yo aconsejo a partir de ahora contar con un lapiz, si es posible bicolor para ir señalando o subrayando algunas palabras o frases del pasaje.
            ¿Es posible estructurar o dividir el texto en partes? Inténtalo.
            Si conoces algo acerca de lo géneros literarios, ¿dentro de que género podemos enmarcarlo? ¿De qué modo debemos leerlo? ¿Cómo debemos entenderlo?
            ¿Hay palabras o expresiones que se repitan? ¿Cuáles? Es posible que no haya palabras que se repitan, pero, ¿encontramos algún sinónimo?
            Si es que aparecen, ¿qué personajes intervienen? ¿qué hacen? ¿hablan? ¿permanecen callados? ¿son destinatarios de una acción? ¿quién o quiénes son los protagonistas?
            Intenta relacionar el pasaje con el resto del libro al que pertenece o con el resto de la Sagrada Escritura.
            Por último, preguntate ¿cuál es la palabra o palabras fundamentales del texto? Subráyala, acógela, tómala contigo.

c.- Camino. Meditación. ¿Qué me dice el texto?

            Pasamos a la segunda parte de nuestro itinerario. Ahora, la pregunta a responder sería: ¿Qué me dice el texto? En este momento concreto de mi vida, en las circunstancias propias que estoy viviendo, en mi propio contexto particular. Ha llegado la hora de «saborear» la Palabra. Tal vez alguna de estas preguntas te puedan ayudar en el desarrollo de esta segunda parte.

   ¿Qué me dice el texto acerca de mi situación actual? ¿Tiene algo que ver con mi vida?
        ¿Qué quiere decirme Dios con este pasaje?
     ¿Qué me dice el texto acerca del comportamiento de Jesús?
       ¿Qué tengo que cambiar en mi vida para que ésta se asemeje más a la de Jesús?
         ¿Qué me exige, en concreto, esta Palabra? ¿Qué me pide hoy?

            Y luego para que la Palabra te acompañe durante todo el día puedes utilizar la llamada «rumia». Es decir, toma esa palabra o frase fundamental del texto que tocó tu corazón en la primera parte de nuestro itinerario, y ve repitiéndola durante tu jornada: mientras esperas el autobús, cuando vas caminando por la calle, en un atasco, al hacer cola…


d.- Vida. Oración. ¿Qué le digo a Dios a partir del texto?
            Ya hemos llegado a la tercera y última parte de nuestro itinerario. De la escucha y la meditación de la Palabra es muy posible que surja de forma espontánea la oración de petición, súplica, alabanza, acción de gracias, ofrecimiento, adoración… Esa es tu respuesta a Dios desde la experiencia vivida en este momento de oración.
            Pero la respuesta a Dios no puede quedarse ahí únicamente, la oración ha de llevarnos al compromiso. Por ello, es necesario que asumas un compromiso concreto en tu vida a favor de los hermanos y para que el Reino de Dios y su justicia sea cada vez más una realidad en nuestro mundo.



ORACIÓN DESPUÉS DE LEER LA BIBLIA

JESÚS MAESTRO,
TÚ HAS DICHO QUE LA VIDA ETERNA
ES CONOCERTE A TI Y AL PADRE.
ENVÍA SOBRE NOSOTROS
LA ABUNDANCIA DEL ESPÍRITU SANTO
QUE NOS ILUMINE, GUÍE Y
FORTALEZCA EN TU SEGUIMIENTO,
PUES TÚ ERES EL ÚNICO CAMINO AL PADRE.
HAZ QUE CREZCAMOS EN EL AMOR
PARA QUE SEAMOS, COMO PABLO,
TESTIGOS VIVIENTES DE TU EVANGELIO.
CON MARÍA, MADRE, MAESTRA Y
REINA DE LOS APÓSTOLES,
CONSERVAREMOS TU PALABRA
Y LA MEDITAREMOS EN NUESTRO CORAZÓN.

JESÚS MAESTRO, CAMINO, VERDAD Y VIDA.
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
 



Oración antes de leer la Biblia

Jesús Maestro,
que has dicho: Donde están
dos o tres reunidos en mi nombre,
Allí estoy yo en medio de ellos,
quédate con nosotros, que estamos reunidos
para meditar y comulgar con tu Palabra.
Tú eres el Maestro y la Verdad:
Ilumínanos para que
comprendamos mejor
las Sagradas Escrituras.
Tú eres la guía y el camino:
haz que seamos dóciles
en tu seguimiento.
Tú eres la Vida:
haz que nuestros corazones
sean la buena tierra
donde la semilla de tu Palabra
produzca frutos abundantes
de santidad y apostolado.

Jesús Maestro, Camino, Verdad y Vida.
Ten piedad de nosotros.


sábado, 5 de julio de 2014

SAN PABLO UN CORAZÓN LLENO DE AMOR POR CRISTO MODELO DE SEGUIMIENTO


San Pablo
un corazón lleno de amor por Cristo
Modelo de seguimiento



I.         La Palabra de Dios
San Pablo es uno de los personajes más fascinantes del NT. Toda su vida estuvo orientada por la fidelidad a Dios, pues antes de encontrar a Jesucristo en el camino de Damasco él ya era un enamorado del Dios de su pueblo, Israel (Fil 3,5-6). Este encuentro personal con Cristo ha clarificado el sentido de su vida hasta el punto que lo lleva a decir: “todo es pérdida, ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Fil 3, 8). San Pablo en la carta a los Filipenses deja ver que su corazón es el de una persona enamorada de Cristo, a ninguna otra comunidad expresa sus sentimientos como lo hace con esta pequeña comunidad que ha acogido el mensaje del Evangelio (cf. Fil 2, 1-5).

El ejemplo de Cristo propuesto por Pablo a la comunidad es el de seguir una vida coherente con el Evangelio ¡que es Cristo mismo! no son ideas o contenidos abstractos, sino asumir una relación vital con la muerte y resurrección de Cristo, el Señor. Así que estar en comunión con Cristo es estar en comunión con el Evangelio y con quien lo comunica (Fil 1, 5)[1].
Pablo sigue a Cristo con una fe activa y dinámica en cualquier circunstancia y a pesar de las dificultades que la misión presente ¡Él es su ejemplo! (Fil 1, 14). En la carta a los Filipenses, Pablo alerta a los cristianos del peligro de encontrarse en medio de un mundo pagano, quizás con la tentación de adherirse a otros señores (Fil 3, 20) cuyo estilo de vida es diverso, pasajero y mundano. Por eso exhorta a los Filipenses diciendo: “nada hagáis por ambición o por vana gloria, sino con humildad, considerando a los demás como superiores a uno mismo” (Fil 2, 3)[2]
San Pablo ha asumido en su persona el Señorío de Cristo y su vida misma es ejemplo para los Filipenses; para nosotros paulinos y paulinas, el reto es seguir a Cristo y llegar a decir: “para mí la vida es Cristo y la muerte  una ganancia” (1, 21).
Magisterio[3]
En el camino que estamos recorriendo bajo la guía de san Pablo, queremos ahora detenernos en un tema que está en el centro de las controversias del siglo de la Reforma: la cuestión de la justificación. ¿Cómo llega a ser un hombre justo a los ojos de Dios? Cuando Pablo encontró al resucitado en el camino de Damasco era un hombre  realizado: irreprensible en cuanto a la justicia derivada de la Ley (cfr. Fil 3,6), superaba a muchos de sus coetáneos en la observancia de las prescripciones mosaicas y era celoso en conservar las tradiciones de sus padres (cfr. Gal 1,14). La iluminación de Damasco le cambió radicalmente la existencia: comenzó a considerar todos sus méritos, logros de una carrera religiosa integrísima, como “basura” frente a la sublimidad del conocimiento de Jesucristo (cfr. Fil 3,8). La Carta a los Filipenses nos ofrece un testimonio conmovedor del paso de Pablo de una justicia fundada en la Ley y conseguida con la observancia de las obras prescritas, a una justicia basada en la fe en Cristo: había comprendido que cuanto hasta ahora le había parecido una ganancia, en realidad frente a Dios era una pérdida, y había decidido por ello apostar toda su existencia en Jesucristo (cfr. Fil 3,7). El tesoro escondido en el campo y la perla preciosa en cuya posesión invierte todo lo demás ya no eran las obras de la Ley, sino Jesucristo, su Señor.
La relación entre Pablo y el Resucitado llegó a ser tan profunda que le impulsó a afirmar que Cristo no era solamente su vida, sino su vivir, hasta el punto de que para poder alcanzarlo incluso la muerte era una ganancia (cfr. Fil 1,21). No es que despreciase la vida, sino que había comprendido que para él el vivir ya no tenía otro objetivo, y por tanto ya no tenía otro deseo que alcanzar a Cristo, como en una competición atlética, para estar siempre con Él: el Resucitado se había convertido en el principio y el fin de su existencia, el motivo y la meta de su carrera. Sólo la preocupación por el crecimiento en la fe de aquellos a los que había evangelizado y la solicitud por todas las Iglesias que había fundado (cfr. 2Cor 11,28) le inducían a desacelerar la carrera hacia su único Señor, para esperar a los discípulos, para que pudieran correr a la meta con él. Si en la anterior observancia de la Ley no tenía nada que reprocharse desde el punto de vista de la integridad moral, una vez alcanzado por Cristo prefería no juzgarse a sí mismo (cfr. 1Cor 4,3-4), sino que se limitaba a correr para conquistar a Aquél por el que había sido conquistado (cfr. Fil 3,12).
A causa de esta experiencia personal de la relación con Jesús, Pablo coloca en el centro de su Evangelio una irreducible oposición entre dos recorridos alternativos hacia la justicia: uno construido sobre las obras de la Ley, el otro fundado sobre la gracia de la fe en Cristo. La alternativa entre la justicia por las obras de la Ley y la justicia por la fe en Cristo se convierte así en uno de los temas dominantes que atraviesan sus cartas.


II.      Palabra del Fundador
Decía muy bien Mons. Jeremías Bonomelli (1831-1914): “Si conociéramos el bien que hizo al mundo san Pablo, especialmente a nosotros los descendientes de los gentiles, si leyéramos la vida, las obras, las cartas… ¡cuánto más le rezaríamos, le amaríamos y le imitaríamos! De él aprenderíamos dos virtudes que son el fundamento del cristianismo: el amor a Jesús y el amor que se dará a ver en el celo por el prójimo”[4].

Celebremos devotamente la fiesta de san Pablo el 30 de junio: será una buena ocasión para dar a conocer al gran apóstol. Difundamos asimismo su imagen e invoquémosle como protector de la Buena Prensa. Es también utilísimo explicar las Cartas de san Pablo, al menos una vez. Se hace ya sustancialmente en algunas parroquias, donde cada 5 ó 6 años, en vez del Evangelio, se le explica al pueblo la epístola de la Misa: y la epístola es casi siempre un paso de las Cartas de san Pablo.

La pobreza se manifiesta también en el amor y en el celo por el apostolado. El corazón de san Pablo estuvo lleno de amor a Jesucristo  y a las almas, todo él lleno de amor a la Iglesia: ¡y qué aporte dio a la Iglesia, si pudo decir: “He rendido más que todos”! (1Cor 15,10). En efecto, ¡cuánto sufrió, cuánto se fatigó! No quería ser un peso para nadie, y se ganaba el pan con el sudor de su frente, incluso con el trabajo material, a ejemplo de Jesús, a quien adoramos y admiramos en la casa de Nazaret.
El gran amor de san Pablo a las almas se expresa en “El amor de Cristo no nos deja escapatoria” (2Cor 5,14) que le empujaba a hacerse todo a todos. Sentía las necesidades de todos, las alegrías de todos, como lo dejó consignado en sus Cartas.

¿Amamos nosotros a las almas? Quienes no tienen celo por la propia alma, no podrán tenerlo por las almas del prójimo. En cambio, quienes están dispuestos incluso al sacrificio por amor a su alma, ciertamente desearán también la salvación del prójimo.

¿Comprendemos la misión paulina? Esta debe extenderse a todo y a todos. Es también la misión de Jesucristo: “Id por el mundo entero proclamando la buena noticia a toda la humanidad” (Mc 16,15). ¿Practicamos el apostolado de las ediciones, de la oración, del ejemplo, de las obras y de la palabra?

Si queremos el premio de san Pablo en el cielo, tenemos que seguir sus pasos, sus ejemplos. Pidamos que encienda nuestro corazón con su fuego.


III.   Actualización
La vida de nuestro gran Apóstol, su pasión por Cristo y por el Evangelio, su herencia espiritual transmitida en sus cartas, fue y sigue siendo de gran inspiración para la vivencia de la fe de muchos cristianos. A él se inspiró también otro Sucesor de Pedro, pronto beato, el Papa Pablo VI que así se expresaba en una  Homilía, el 29 de Noviembre de 1970 a Manila:
“¡Ay de mi si no anuncio el Evangelio! Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Yo soy Apóstol y Testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia nos apremia el amor. Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios Vivo; Él es quien nos ha revelado al Dios Invisible, Él es el primogénito de toda criatura, y todo se mantiene en Él. Él es también el Maestro y Redentor de los hombres; Él nació, murió y resucitó por nosotros. Él es el centro de la historia y del Universo; Él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; Él, ciertamente, vendrá de nuevo y será finalmente nuestro Juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.
Yo nunca me cansaría de hablar de Él; Él es la Luz, la Verdad, más aún, el Camino, y la Verdad y la Vida; Él el Pan y la fuente de agua viva que satisface nuestra hambre y nuestra sed, nuestro consuelo, nuestro hermano. Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente. Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el Nuevo Reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos. (…)
¡JESUCRISTO! Recordadlo: Él es el objeto perenne de nuestra predicación; nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos.”

A partir de la experiencia extraordinaria y profunda de Pablo, para la reflexión personal:
Ø  El encuentro con Cristo y su Evangelio cambió radicalmente la existencia de Pablo.
Seguir a Cristo no es creer cosas sobre Jesús, sino creerle a él, vivir confiando en su persona, escuchar su voz, adherir a su persona…
      ¿Cuánto realmente escucho su voz, sin dejarme distraer y confundir por la moda, por las tradiciones, y miles de otras voces extrañas que no me conducen a una vida abundante? ¿Cómo me dejo inspirar en su estilo de vida para orientar mi existencia con lucidez y responsabilidad?
      ¿Qué hay en mí, en mi manera de pensar y obrar, de relacionarme con los demás y con el mundo, que necesita conversión, para ser más evangélica?

Ø  Para una relación viva con Jesús es necesario reavivar nuestra experiencia con él. Para que sea siempre más al centro de nuestra vida, hay que acogerlo vitalmente, sin caer en la rutina o en la superficialidad... sin quedarse o dejarse de aferrar al pasado...
      ¿Cómo es la situación de la fe en Jesús? La fe, en mi corazón, en nuestras comunidades o parroquias ¿se está reavivando o se va extinguiendo? ¿Cómo busco siempre nuevamente su rostro, su presencia viva, en todas las situaciones? ¿Cómo cultivo concretamente una relación viva y liberadora con Él? ¿Mi vida cristiana es un testimonio gozoso y atrayente para otros?

Ø  Con su ejemplo de paciencia en las pruebas, de perseverancia entre miles de dificultades y tribula-ciones, el Apóstol nos enseña a ser semejantes a Jesús, a imitar la paciencia sin límite del crucifijo.
      ¿Con que actitud interior llevo mi cruz? ¿Se vivir los momentos de prueba sin caer en la desesperación, en las lamentaciones y las quejas? ¿He aprendido y enseño a ofrecer todo para la salvación de la humanidad, unidos a la obra de Redención de Cristo?
      ¿Soy capaz de confiar en el Dios de toda consolación, a vivir con humildad y fe los sufrimien-tos, por amor a Cristo?  ¿Me entreno en la lucha espiritual, perseverando en hacer el bien, sin desanimarme?
      Pensando a mis pequeñas cruces y a las tribulaciones que vive hoy la humanidad, con renovada confianza, voy orando con Pablo:
"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquél que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro"  (Rm 8,35-39). 

IV.   Oración  - Letanías en honor de san Pablo[5]

Amor de Dios Padre,                                                                         sálvanos
Gracia de nuestro Señor Jesucristo,                                            vivifícanos
Comunicación del Espíritu Santo                                            santifícanos
Bienaventurado Pablo,                                                  ruega por nosotros
Tú, que alcanzaste la misericordia de Dios,
Tú, en quien se manifestó el Hijo de Dios,
Tú, que fuiste un instrumento elegido por Cristo,
Tú, que fuiste nombrado predicador,
apóstol y maestro de los gentiles en la verdad,
Tú, cuya misión estuvo acompañada
de signos y prodigios,
Tú, que fuiste fiel ministro de la Iglesia,
Tú, que entregaste a los pueblos
el evangelio de Cristo y tú misma vida,
Tú, que llevabas a los cristianos en tu corazón
y en tus cadenas,
Tú, que fuiste crucificado con Cristo,
Tú, en quien Cristo vivía y actuaba,
Tú, a quien nada ni nadie podía separar del amor de Cristo,
Tú, que soportaste cárceles y tribulaciones,
Tú, que padeciste heridas y peligros,
Tú, que fuiste arrebatado al cielo, cuando aún vivías en este mundo,
Tú, que ensalzaste tu ministerio,
Tú, que esperaste confiado el premio por la misión cumplida,
Cordero de Dios, que convertiste a Pablo perseguidor,                                             perdónanos, Señor
Cordero de Dios, que premiaste a Pablo apóstol,                                                       escúchanos, Señor
Cordero de Dios, que glorificaste a Pablo mártir,                                                       ten misericordia de nosotros
V. Tú eres un instrumento elegido, apóstol san Pablo.
R. Anunciador de la verdad en el mundo entero.
V.      Oremos - Padre, elegiste al apóstol Pablo para predicar el evangelio a todos los pueblos: te rogamos que al celebrar su memoria experimentemos ante ti su protección. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

VI.        Bibliografía
Sagrada Biblia
Alberione, Santiago, El Apóstol Pablo Inspirador y Modelo, San Pablo, Roma 2008.
Santiago Alberione, Oraciones,  San Pablo, Roma 2007.
Pitta, A., Lettera al Filippesi. nuova versione, introduzione e commento,  Milano 2010



[1] Cf. A. Pitta, Lettera ai Filippesi, 67.
[2] Cf. A. Pitta, Lettera ai Filippesi, 318.

[3] Cf. Fragmento de la catequesis pronunciada por Benedicto XVI en audiencia general en la Plaza de San Pedro (Año dedicado a San Pablo) 19 de noviembre de 2008.

[4] Alberione, Santiago, El Apóstol Pablo Inspirador y Modelo, San Pablo, Roma 2008, 20.
[5] Alberione Santiago, Oraciones, 221. “Estas letanías tienen una historia heroica. Compuestas en Hankow (China) por un biblista italiano, a petición de los misioneros paulinos PP. Bertino y Canavero, fueron puestas en música el año 1944 en Shanghai por un arreglista amigo, y traídas a Italia por el P. Bertino, con texto y partituras originales, que ahora se conservan en el Archivo de la Sociedad de San Pablo”.