miércoles, 3 de septiembre de 2014

La Familia Paulina, nacida para la pastoral

La Familia Paulina, nacida para la pastoral




                                                    La Palabra de Dios[1]
En el Evangelio de Juan Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor, el buen pastor expone su vida en favor de las ovejas. El mercenario, que no es pastor, ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo y abandona las ovejas y huye; y el lobo las arrebata y dispersa, porque es mercenario y no le interesan las ovejas. Yo-Soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce yo también conozco al padre; y dispongo mi vida en favor de las ovejas. Tengo también otras ovejas que no son de este redil: es necesario que también a ellas yo las conduzca; y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, bajo un solo pastor” (Jn 10, 11-16).
Jesús se presenta como el Hijo que conoce el amor del Padre y tiene sus mismos deseos: comunicar vida y libertad a sus hermanos. Por eso se propone como el buen pastor, verdadero, en contraposición con el pastor brutal y falso. Al seguirlo, nos convertimos en lo que somos: hijos del Padre y hermanos entre nosotros. Sólo así salimos de las tinieblas y llegamos a la luz de la verdad, que nos hace libres. A una cultura de competencia, rivalidad y violencia, se contrapone una cultura de fraternidad, solidaridad y amor. Y, por fin, una vida bella, digna de ser vivida, desde Dios: felicidad y gracia nos acompañarán todos los días de nuestra vida y habitaremos en la casa de nuestros deseos (cf. Sal 23).
Jesús, el buen pastor nos hace ver que en la práctica aquél a quien tomamos como modelo no es más que un pastor de muerte, cuyo final se da por descontado desde el principio: es la víctima elegida por el propio juego que está jugando, cuando llega un bandido más pernicioso y letal que él. Recordemos que en el capítulo 9 de Juan, nos habla de la luz que el Hijo nos trae y que nos hace abrir los ojos a una realidad nueva y con esta figura del pastor-modelo de Jesús, notamos que Él mismo, nos conduce a una vida nueva.  Este discurso, es una polémica con los jefes del pueblo, que el ciego curado, ha dejado de ver como modelos a seguir. La intención de Jesús es mostrar la diferencia entre su manera de actuar y la de los jefes, pues mientras Él libera, da luz y vida, ellos maltratan, depredan y mantienen esclavizado al rebaño.
Jesús es pastor por su condición de cordero de Dios, que con su mansedumbre vence la violencia de los hermanos. Él nos libera de los jefes que nos tiranizan, por lo demás, con nuestro consentimiento puesto que aceptamos y acatamos su falso modelo y nos reconocemos en ellos, en lugar de considerarlos como enfermos de quienes debemos cuidarnos.


                       PASTORAL EN CONVERSIÓN[2]
No Ignoro que hoy los documentos no despiertan el mismo interés que en otras épocas, y son rápidamente olvidados. No obstante, destaco que lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión.
Pablo VI invitó a ampliar el llamado a la renovación, para expresar con fuerza que no se dirige sólo a los individuos aislados, sino a la Iglesia entera. Recordemos este memorable texto que no ha perdido su fuerza interpelante: “La Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio. De esta iluminada y operante conciencia brota un espontáneo deseo de comparar la imagen ideal de la Iglesia – tal como Cristo la vio, la quiso y la amó como Esposa suya santa e inmaculada (cf. Ef 5,27) y el rostro real que hoy la Iglesia presenta. Brota, por lo tanto, un anhelo generoso y casi impaciente  de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí.
El Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura de una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo: “Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación. Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad.
Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico, sin fidelidad de la iglesia a la propia vocación, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo.
Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad. Como decía Juan Pablo II a los Obispos de Oceanía, “Toda renovación en el seno de la Iglesia debe tender a la misión como objetivo para no caer presa de una especie de introversión eclesial”.

   III.               Palabra    del   Fundador[3]
El carisma paulino pensado largo tiempo por el P. Alberione, con la progresiva iluminación del Espíritu y las necesarias aprobaciones de la Iglesia, se componen de: a) una espiritualidad común; b) un conjunto de apostolados convergentes, c) diversos estados de vida (religioso consagrado sacerdote, religioso consagrado laico, religiosa, laicas y laicos consagrados en la secularidad, cooperadores).
El conjunto de las fundaciones lo describe el P. Alberione como la inmensa parroquia paulina: “Estas instituciones vienen a ser la parte directiva al igual que en una gran parroquia, donde tenemos al párroco, los coadjutores, la Acción Católica, el grupo de catequistas, de cine, de prensa; los encargados de las actividades en favor de los jóvenes, de los hombres, de los artistas; en favor de los enfermos, las vocaciones, el canto sagrado, la acción política y social, la beneficencia, la conversión de los hermanos separados, de los ateos, de los paganos, etc.” (UPS I; 381). “La inmensa parroquia paulina tiene como límites los confines del mundo y como rebaño tanto a quienes están en el redil como a quien se quiere llevar al redil” (UPS I, 382).
El P. Alberione llegó a deducir que el común denominador para toda la Familia Paulina era la Pastoral, sintetizada en la expresión salvar almas. “Que este haya sido siempre el pensamiento y el fin pastoral de nuestro apostolado, se deriva también de que la Familia Paulina hay un Instituto llamado de Jesús Buen Pastor, compuesto por las humildes cooperadoras del celo pastoral” (UPS I, 427).
“La característica de la Familia Paulina está precisamente en tener un espíritu pastoral, es decir, ayudar a las almas, sentir el apostolado y dirigirlo a la salvación de las almas, dirigirlo a hacer cada vez más hermosa la Iglesia, servirla cada vez mejor y por tanto cooperar con ella a la salvación de las almas, a la edificación del cuerpo Místico de Jesucristo que es la Iglesia, para que sea aplicada la redención”[4].
“Toda la Familia Paulina está ordenada a la pastoral: quién en una parte, quien en otra. El espíritu de san Pablo, especialmente para las lecturas, por tanto los libros, los periódicos, la difusión de la Biblia, etc.”[5].



  LA FAMILIA PAULINA, NACIDA PARA LA PASTORAL

Al hablar de pastoral inmediatamente viene a la memoria la ardua tarea que el P. Santiago Alberione desarrolla, ya que desde que es ordenado sacerdote se comprometió personalmente con la sociedad y con la Iglesia, involucrando a hombres y mujeres de su fundación a seguir su obra en la actividad pastoral y docente.
Recordando los inicios de su actividad misionera, luego que el P. Santiago Alberione recibe la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1907, constatamos que sigue una breve pero decisiva experiencia pastoral en Narzole (Cúneo), como vicepárroco (vicario). Allí encuentra al jovencito José Giaccardo, que para él será lo que fue Timoteo para el apóstol Pablo, es con él con quien dará inicio a la fundación de la Sociedad San Pablo en 1914. Y también allí, el P. Alberione madura la comprensión de lo que puede hacer la mujer implicada en el apostolado (pastoral). Posteriormente, la primera mujer que sigue al P. Alberione es una muchacha veinteañera de Castagnito (Cúneo): Teresa Merlo. Con su aporte, Alberione da comienzo a la Congregación de las Hijas de San Pablo (1915), iniciando así las dos primeras ramas de lo que sería la Familia Paulina.
En el seminario de Alba desempeña el cargo de Padre espiritual de los seminaristas mayores y menores, da clases de varias asignaturas y colabora en la predicación, catequesis y conferencias en diversas parroquias de la diócesis.
Siempre atento a las necesidades urgentes de la sociedad y de la Iglesia, dedica mucho tiempo al estudio sobre la situación de la sociedad civil y eclesial de su tiempo y sobre las nuevas necesidades que se entrevén.
Esta relación directa con la pastoral, practicada en primera persona, dará un giro inesperado centrado al principio en la buena prensa, será teorizado y desarrollado sucesivamente mediante los diversos medios de comunicación social. No obstante, hay una intención de fondo y una firme voluntad de llegar al mayor número posible de almas de la mejor manera y con la mayor integridad. Esta intención se puede expresar para toda la Familia Paulina, como carisma pastoral.
El P. Santiago Alberione se da cuenta que las personas frecuentan poco la Iglesia y queriendo dar una respuesta efectiva, comprende que el Señor le guía a una misión nueva: predicar el Evangelio a todos los pueblos, en el espíritu del apóstol Pablo y se convence de que solo utilizando los nuevos medios, logrará llegar a las personas por eso se lanza a la evangelización del mundo utilizando los medios de comunicación social dándoles así una función pastoral.
Pero para que una misión perdure es necesario un carisma y asegurar una continuidad, por ello debe ser asumida por personas consagradas, pues decía: las obras de Dios se hacen con los hombres de Dios y en este contexto da origen a la Familia Paulina.
El P. Alberione se inspira en la familia humana compuesta de hermanos y hermanas. 
Empieza su obra y lentamente la Familia se desarrolla, las vocaciones masculinas y femeninas aumentan, sigue desarrollando una intensa actividad sacerdotal y funda así la admirable Familia Paulina, compuesta de 5 Congregaciones religiosas, 1 Asociación de Cooperadores laicos con promesa, en 1917 y da origen a 4 Institutos seculares.
Podemos afirmar que la primera fase de la vida del P. Alberione, estuvo caracterizada por la pastoral parroquial en contacto directo con los fieles. Efectivamente, fue después de sus primeras experiencias pastorales en algunas zonas de la diócesis de Alba y como formador de clérigos en el seminario cuando el joven sacerdote decidió escribir Apuntes de teología pastoral (ATP) obra que nos ayudará a comprender más fácilmente los factores esenciales de su carisma.

El apostolado o actividad pastoral se delinea y toma forma.
El Señor ha querido a la Familia Paulina para dar a conocer a Jesucristo, su doctrina, su moral, sus medios de salvación y de gracia, a los hombres de nuestro tiempo con los medios de nuestro tiempo (SP marzo 1969).
La preocupación y el empeño del P. Santiago Alberione ha sido el buscar hacer llegar a Cristo Maestro Camino, Verdad y Vida al corazón de los hombres, a la sociedad y al mundo.
En Cristo y en la Iglesia se encuentran el camino, la verdad y la vida para el individuo y para la sociedad; para el tiempo y para la eternidad (Sp marzo 1950).
Para la Familia Paulina, la  tarea pastoral tiene como meta principal que toda persona, cualquiera sea su condición, alcance la plenitud de vida a través de la persona de Jesucristo. Todos tenemos que alcanzar esa meta (Efesios 4:13). Y constatamos que: para que nuestro acompañamiento pastoral sea eficiente es necesario que conozcamos con exactitud la situación de la persona hacia la cual se dirige nuestra acción pastoral. Ahora bien, este conocimiento resulta complicado por dos razones: primero, por la complejidad de la personalidad humana; segundo, porque el ser humano es tan dinámico que jamás llegamos a conocer a una persona en su real dimensión. Sin embargo, es posible alcanzar un mínimo de conocimiento que nos permita ejercer el ministerio pastoral con eficacia. Por otro lado, en esta tarea no estamos solos, trabajamos en el nombre de Dios y Él nos asiste con su gracia, con su Espíritu y esto debemos tenerlo siempre en cuenta.
Todo lo anterior es muy importante para poder realizar una tarea eficaz y de calidad hacia el otro. Sin embargo, es necesario colocarnos nosotros mismos como sujetos de la pastoral para que ésta se pueda realizar de esa manera.  Difícilmente podemos comprender a otras personas si nosotros no hemos alcanzado una exacta comprensión de nosotros mismos. El refrán griego: conócete a ti mismo refleja el interés del hombre por llegar a alcanzar un conocimiento pleno de sí mismo.
Conocernos a nosotros mismos, requiere de una serie de mecanismos conscientes e inconscientes que nos permitan autoanalizarnos y llegar a saber quiénes somos realmente. Para ello es necesario controlar nuestras emociones, tales como: el temor, la ira, el sentimiento de culpa, los conflictos, los complejos, etc. Asimismo, experimentar en nuestras vidas el amor de Dios, el amor cristiano, el amor al prójimo y la reconciliación, el perdón. De esa manera, nuestra autoestima estará al tope, la que nos permitirá ejercer la tarea pastoral con gozo y alegría, con eficiencia y calidad (Colosenses 3:23-24).
Como Familia Paulina no tenemos otro objetivo más que el de realizar la actividad pastoral que se nos ha encomendado.

      V.                                                                         Oración por los 100 años de Familia Paulina

Santísima Trinidad,
que haces brillar en nosotros tu luz divina,
acepta nuestra gozosa alabanza y bendición,
por los primeros cien años de vida de nuestra Familia Paulina.
Te damos gracias, Padre lleno de ternura,
por la rica efusión de gracia que has derramado sobre nuestra Familia
en estos años de servicio a la Iglesia;
por los prodigios de santidad apostólica que has realizado
en el beato Alberione, nuestro Fundador, en el beato Giaccardo,
en la Maestra Tecla, en la Madre Escolástica,
y en tantos hermanos y hermanas de la “admirable Familia Paulina”;
Te damos gracias por todas las iniciativas que, en los diversos sectores apostólicos,
mediante las riquezas de la comunicación,
han contribuido, Padre, a dar a conocer y adorar tu Nombre
y a manifestar tu Gloria.
Humildemente te pedimos perdón, Divino Maestro, Pastor bueno,
porque no siempre hemos respondido con generosidad
a las exigencias de nuestra misión;
porque no hemos dedicado suficiente tiempo y atención
al conocimiento de tu Palabra y a la profundización de nuestro carisma;
por haber confiado más en nuestras capacidades y recursos
que en el don de tu infinita misericordia.
Te suplicamos, Espíritu Santo Consolador,
por intercesión de María, Reina de los Apóstoles,
que llenes de dinámica sabiduría a quienes has puesto como guías,
para que sepan discernir con claridad
los caminos por donde quieres conducir a nuestra Familia;
llénanos de tu aliento de vida, como en un nuevo Pentecostés;
haznos capaces de nueva profecía
para que realicemos plenamente el sueño de nuestro Beato Fundador:
vivir de Jesucristo y darlo – como Camino, Verdad y Vida 
a los hombres y mujeres de nuestro tiempo,
y ser “Pablo vivo hoy” en la Iglesia de Dios.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo...


Sagrada Biblia
ALBERIONE Santiago, Ut perfectus sit homo Dei, San Pablo, Roma 1998.
SASSI Silvio, El Carisma Paulino es Pastoral. Carta anual del Superior General, Roma 2013.
FAUSTI Silvano, Una comunidad lee el evangelio de Juan, San Pablo, Colombia 2008.

tomado de putas para retiro San Pablo Mx


[1] Cf. FAUSTI Silvano, Una comunidad lee el evangelio de Juan, San Pablo, Colombia 2008, 278-283.
[2] LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO – Exhortación Apostólica del Santo Padre Francisco. Ns.25, 26 y 27.
[3] SASSI Silvio, El Carisma Paulino es Pastoral. Carta anual del Superior General, Roma 2013, 6-7.
[4] A las Pías Discípulas del Divino Maestro 1961, PDDM-Casa General, Roma 1987, n. 137.
[5] A las Hermanas de Jesús Buen Pastor 1963, HJBP-Casa General, Roma 1984, n. 400.

TODOS SOMOS LLAMADOS A LA SANTIDAD

Todos somos llamados a la Santidad


“Educar sin el negarse a sí mismo (Mt 16,24) no formará buenos cristianos, y menos aún religiosos. En cambio, si se acostumbra al aspirante a las pequeñas renuncias, se le preparará a la renuncia general para profesar y vivir según el Evangelio y los ejemplos de Jesucristo” (UPS I, 460).






I.         La Palabra de Dios
“Ustedes son la luz del mundo…Brille su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su padre que está en los cielos” (cfr. Mt 5,14-16).
En el Evangelio de Mateo, el sentido de la metáfora luz del mundo adquiere claridad al relacionarla con el término santidad. La santidad es lo que proyecta la luz en el mundo. Los cristianos estamos llamados a ser luz, haciendo que la santidad de la vida de cada uno sea luz para quienes nos rodean y así formar una comunidad que sea la luz del mundo, de lo contrario seremos algo tan absurdo como la lámpara de aceite bajo el celemín (cfr. Mt 5,15), o sea, seremos una comunidad escondida, o un discípulo, religioso consagrado o laico que no da luz, que no irradia con su testimonio el calor del Evangelio.
El evangelista Mateo trata de que la vida de los cristianos actúe como testimonio de la fe para gloria de Dios. La luz del mundo toma forma, en las obras de los cristianos. Las obras de los cristianos son las que hacen brillar como una luz la exigencia, dirigida a todo el mundo, de “guardar todo lo que les he mandado” (cf. Mt 28, 20) [1].

II.      Magisterio
Papa Francisco en Audiencia general del 2 de octubre de 2013.
Los santos no son héroes, sino humildes pecadores que se dejan santificar por Dios. Para ser santo no hay que hacerle al fakir, ni un curso especial, hay que dar testimonio, hay que imitar a Cristo. Lo explicó el Papa Francisco en su homilía de hoy, y tomó como ejemplo de santidad a San Juan Pablo II:  el ‘gran atleta de Dios’ que murió doblegado por la enfermedad, humillado como Jesús. A pesar de que la Iglesia está llena de pecadores es santa porque Jesús la santifica cada día con su sacrificio eucarístico y todos estamos llamados a santificarnos en la vida cotidiana como hijos de nuestra Madre la Iglesia.
            “La Iglesia es santa: pero ¿cómo puede ser santa si todos estamos dentro de ella? Todos somos pecadores aquí. ¡Es la Iglesia la que es santa! Nosotros somos pecadores, pero ella es santa. Es la esposa de Jesucristo y Él la ama, Él la santifica, la santifica cada día con su sacrificio Eucarístico, porque la ama tanto. Y nosotros somos pecadores, pero en una Iglesia santa. Y también nosotros nos santificamos con esta pertenencia a la Iglesia: somos hijos de la Iglesia y la Iglesia Madre nos santifica, con su amor, con los Sacramentos de su Esposo [...]
            En esta Iglesia santa el Señor elige a algunas personas para hacer ver mejor la santidad, para mostrar que es Él el que santifica, que nadie se santifica a sí mismo, que no hay un curso para llegar a ser santo, que ser santo no es hacer el fakir o algo por el estilo … ¡No! ¡No es así! La santidad es un don de Jesús a su Iglesia y, para mostrar esto, Él elige a personas en las que se puede ver claramente su trabajo para santificar.
            La diferencia entre los héroes y los santos es el testimonio, la imitación de Jesucristo. Seguir el camino de Jesucristo”, el de la cruz. Y muchos santos acaban humildemente así. ¡Los grandes santos!
            Los últimos días de San Juan Pablo II… lo vimos todos: ya no podía hablar, el gran atleta de Dios, el gran guerrero de Dios termina así: doblegado por la enfermedad, humillado como Jesús. Éste es el camino de la santidad de los grandes. Y es también el camino de nuestra santidad. Si no nos dejamos convertir el corazón por este camino de Jesús, llevando la cruz cada día, la cruz ordinaria, la cruz sencilla, dejando que Jesús crezca; si no vamos por este camino, no seremos santos. Sin embargo, si seguimos por este camino, todos daremos testimonio de Jesucristo, que nos ama tanto. Y daremos testimonio de que, a pesar de que somos pecadores, la Iglesia es santa. Es la esposa de Jesús”
            ¿Están todos los fieles llamados a la santidad y al apostolado? Sí, todos los fieles están llamados a la santidad y al apostolado, sea cual fuere su condición, por el mismo hecho de haber recibido el Bautismo y la Confirmación (del Catecismo de la Iglesia Católica).


III.   Palabra del Fundador
Dárselo todo a Dios: en esto consiste la santidad: “Muy bien, empleado fiel y cumplidor; has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de muchos” (Mt, 25,23).
            Rezo frecuentemente: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros” (Lc 15, 18-19). Así pretendo pertenecer a esta admirable Familia Paulina: como servidor ahora y en el cielo, donde me ocuparé de quienes emplean los medios modernos más eficaces para el bien: en santidad, los medios modernos más eficaces para el bien: en santidad, en Cristo, en la Iglesia (cfr. 1Cor 1,2; Ef 3,21)[2].
            En esta visión está la religión: dogma, moral y culto; en ella está Jesucristo integral, por esta devoción queda el hombre captado, conquistado por Jesucristo. La piedad es plena, y el religioso, como el sacerdote, crecen así en sabiduría (estudio y sabiduría celeste) en edad (madurez) y en gracia (santidad) hasta la plenitud y perfecta edad de Jesucristo; hasta sustituirse (éste) en el hombre o al hombre: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). En esta devoción confluyen todas las devociones a la persona de Jesucristo Hombre-Dios (cfr. AD 160).
            En el diario de Giaccardo permite entender por qué para el padre Alberione “buscar primero el reino de Dios” significaba concretamente buscar la santidad con la entrega total al apostolado de la prensa. Y hasta es impresionante constatar que, decenios más tarde, siga usando las mismas expresiones para comentar esta fórmula del pacto. Comentando Mt 6, 24-33 a las Pías Discípulas el 16 de septiembre de 1962, el padre Alberione dice. “Buscad el reino de Dios”, en primer lugar, y la santidad y las demás cosas serán la consecuencia. Este es el apostolado: buscar el reino de Dios con las adoraciones o con el servicio sacerdotal o con la liturgia. Pero sobre todo, para cada persona, la santidad. Primero que el reino de Dios esté en vosotros, es decir, que seamos santos, luego el reino de Dios en toda la tierra, y entonces todo lo demás viene por añadidura[3].
            El alma que aspira a santificarse entregándose de lleno a la vida apostólica con mengua y menoscabo de su vida de oración, ya puede despedirse de la santidad. La experiencia confirma con toda certeza y evidencia que nada absolutamente puede suplir a la vida de oración, ni siquiera la recepción diaria de los santos sacramentos. Son legión de almas que comulgan y los sacerdotes que celebran la santa misa diariamente y que llevan, sin embargo, una vida espiritual mediocre y enfermiza. La explicación no es otra que la falta de oración mental, ya sea porque la omiten totalmente porque hacen de manera imperfecta y rutinaria, que casi equivale a su omisión. El director espiritual debe insistir sin descanso en la necesidad de la oración. Lo primero que ha de hacerse cuando un alma se confíe a su dirección es llevarla a la vida de oración. No ceda en este punto. Pídale cuenta de cómo le va, qué dificultades encuentra, indíquele los medios de superarla, las materias que ha de meditar con preferencia, etc. no logrará centrar un alma hasta que consiga que se entregue a la oración de una manera asidua y perseverante, con preferencia a todos los demás ejercicios de piedad (UPS II, 58).
            “De todo esto saco provecho espiritual y orientación. No puede haber santidad donde no hay verdad, o al menos amor a la verdad; la santidad de la mente ocupa el primer lugar. No puede haber orientación sin la lógica; no puede haber amplitud de miras sin la metafísica; no puede haber camino seguro, sino en la Iglesia” (AD 92).
            Que todo sea para gloria de Dios y para la salvación de las personas y santificación nuestra, porque la santidad es un imán que atrae, y atrae especialmente los corazones puros e inocentes (cf. AD 340). 
                                                                    
IV.   Actualización
También hoy cada uno de los miembros de la Familia Paulina hemos de cuestionarnos sobre nuestra respuesta a la llamada de Dios. Él nos ha hecho el llamado a la vida, hemos sido creados para la santidad en cualquier estado o modo de vivir la vocación (sacerdocio, vida consagrada, matrimonio, familia, vida de soltería).
A cada uno Dios ha dado un don para corresponder al amor que nos ha dado en su Hijo Jesús, el don es el del discernimiento. En cualquier situación de la vida es necesario el discernimiento para saber actuar conforme al querer de Dios; si queremos podemos llamar a esto “santidad”, porque el discernimiento es la búsqueda de ese camino recto, el camino de Dios, de relaciones armoniosas que son “luz” para quienes nos rodean. Así que todos domos llamados a la santidad, esto es lo que nos distingue como cristianos y como miembros de la Familia Paulina.
 Preguntémonos:
ü  ¿Cómo entendemos hoy el llamado a la santidad? ¿debemos aspirar a ella?
ü  ¿Opto siempre por lo que me da VIDA en abundancia?
ü  ¿Soy luz para los demás? ¿Ser cristiano es lo mismo que ser santo?
ü  ¿Cuáles son las obras que me distinguen personalmente como cristiano, como consagrado?
ü  ¿Cómo vivir para alcanzar la santidad cada día? ¿Ser santo me hace más; en qué sentido?
El salmo 1 nos habla de las dos realidades del hombre, los dos caminos que se le proponen y las consecuencias de tal elección. Les propongo que meditemos estas palabras y nos identifiquemos con el hombre (y mujer) que este salmo nos presenta.
¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor  y la medita de día y de noche!
Él es como un árbol  plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien.
No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Por eso, no triunfarán los malvados en el juicio,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal.

V.      Oración
Oración para ser testigos fieles  (B. Alberione)
Escúchanos, oh Señor, en tu bondad;
haznos virtuosos de espíritu y modestos en el comportamiento,
a fin de que puedan reconocernos como discípulos de Jesús.
Nuestro comportamiento exterior no debe ser hipócrita,
ni una afectación, sino la expresión interior de humildad,
pureza, piedad, estima por el prójimo;
pero es necesario hacer el bien
del mismo modo delante de los hombres, donde quiera que nos vean,
para que te glorifiquen, oh Padre celestial.
Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo que te ha complacido en todo. Amén.
VI.        Bibliografía
Sagrada Biblia
ALBERIONE Santiago, Abundantes divitiae gratiae suae, San Pablo, Roma 1998.
___________________, Donec formetur Christus in vobis, San Pablo, Roma 2001.
LUZ  ULRICH, El Evangelio según San Mateo, Sígueme, Salamanca, 1993.

Tomado de pautas para retiro de Sociedad  San Pablo mx


[1] Cf. Ulrich Luz, El evangelio según san Mateo, I, 313.
[2] ALBERIONE Santiago, Abundantes divitiae gratiae suae (AD), San Pablo, Roma 1998, 4.
[3] Cf. ALBERIONE Santiago, Donec formetur Christus in vobis (DF), San Pablo, Roma 2001, 80 in.