lunes, 4 de agosto de 2014

SANTIAGO ALBERIONE Y EL APOSTOLADO BÍBLICO.

                                 



                                  SANTIAGO ALBERIONE Y EL APOSTOLADO BÍBLICO.




El Padre Santiago Alberione fue un gran apasionado de la Biblia. El apostolado bíblico era el vértice de sus pensamientos y proyectos, convencido como estaba de haber recibido una especial vocación con miras a la Palabra, cuyo primer “editor” es Dios mismo.

Esta pasión por la Biblia se manifiesta ya en los primeros años de su vida sacerdotal. Era agosto de 1907 cuando organizó en la catedral de Alba “tres jornadas dominicales de la Biblia, explicándola en forma catequística” (Abundantes divitiæ, 138). Era una iniciativa de importancia histórica, si se tiene en cuenta el cuadro sociorreligioso evocado por el propio Alberione en la historia carismática de la Familia Paulina: “Por entonces tan solo algunas personas, y raramente, leían el Evangelio; como asimismo se frecuentaba poco la Comunión. Existía una especie de persuasión de que no se podía dar al pueblo el Evangelio, y mucho menos la Biblia...” (AD 139).
La Obra de la Biblia es resueltamente la primera en las intenciones del Fundador y también la más cuidada. Tenía un gran sueño: el Evangelio en cada familia. Y los sueños el Padre Alberione no los abandonaba nunca. Era tozudo e iba hasta el final, importunaba al cielo y a todos sus habitantes –Trinidad Santa, María Reina de los Apóstoles, san Pablo y demás santos– para que los sueños se hicieran realidad: 40.000 ejemplares del Evangelio en la tercera edición de 1923. Mucho se empeñaron la Unión Cooperadores y Vida pastoral en publicitar la iniciativa y buscar ofertas “para dar el Evangelio o al menos disminuir el costo”.

El 1924, año decenal de la fundación, se coronó con el nacimiento de la Sociedad Bíblica. El estatuto, aprobado por monseñor Francisco Re y publicado en Unión Coopera­dores del 15 de febrero de 1924, presenta ya claramente los tres pilares sobre los que se articula la obra bíblica de la Familia Paulina: socios, ediciones, campañas promocionales. Me limito a recordar lo concerniente a los socios: se comprometen en primer lugar a rezar, ofreciendo por el apostolado bíblico al menos una comunión por semana… Esta especie de comercio espiritual da que pensar: el Fundador ciertamente no despreciaba las ofertas de tiempo y dinero, y apuntaba mucho a la organización, pero todo lo basaba en la oración.
En 1933 se constituye la Liga para la lectura diaria del Evangelio: un acontecimiento pastoral notable para aquellos tiempos en que la proclamación del Evangelio en ámbito litúrgico se hacía en latín y al pueblo se le educaba a las devociones más que a la escucha de la Palabra. La Biblia se veía lejana y con recelo: “Era casi exclusiva de los no católicos”, anota el Padre Santiago Alberione (Abundantes divitiæ, 139). Y él, como auténtico hombre de Dios, en la humildad y el silencio, abre nuevos caminos, ensancha los horizontes e invita a leer cotidianamente la sagrada Escritura.
El 14 de octubre de 1960 Juan XXIII aprueba la Sociedad Bíblica Católica Internacional (Sobicain) que pretende promover la formación bíblica mediante cursos, semanas de estudio, encuentros. En la misma perspectiva se colocaba el centro Ut unum sint, dirigido por las Hijas de San Pablo, en eficiencia desde 1960 con unos 15.000 inscritos al año. Gran tarea, pues, de la Familia Paulina a favor del conocimiento y difusión de la Biblia.

Pero, ¿cómo leía la Biblia el Padre Alberione? Él, tan preocupado por editarla, difundirla y darla a conocer, ¿cómo se acercaba al texto sacro? Habría que penetrar su coloquio íntimo en la clase del Maestro, cuatro horas al día. Rezuma de Biblia toda su enseñanza, pues de Biblia nutría su oración. No raramente en sus pláticas e instrucciones resuenan citas explícitas, las más de las veces en latín, según el texto de la Vulgata que le era familiar. Pero son inmensamente más las alusiones y las referencias implícitas al sagrado texto, porque este hombre de Dios tenía la Biblia tan bien masticada y metabolizada que constituía la vida de su vida, alimento de sus pensamientos, combustible de sus afectos. Se dejó compenetrar de la Palabra de Dios como por espada de dos filos (cf. Hb 4, 12), captó el gran horizonte histórico salvífico de la Biblia y la perspectiva cristológica que la surca. En la escuela de san Pablo descubrió la llave hermenéutica que abre el sentido último de las Escrituras: Cristo. De él hablan en efecto Moisés y los Profetas (cf. Lc 24, 27), él es el amén de Dios a todas sus promesas.

Consiguientemente el Padre Alberione encuentra en la Biblia toda la Verdad, encuentra el Camino y la pedagogía, encuentra la plenitud de la Vida, o sea a Cristo. De aquí su creciente pasión comunicativa: Evangelium, Evangelium… No como un libro para hermosear la biblioteca, sino como libro para tomarlo en la mano, leer, orar y meditar; lámpara y brújula en el camino de la vida.
En las paredes de los locales donde sus hijos trabajaban para imprimir la Biblia se desgranaban frases sacadas particularmente de los Evangelios y de las cartas de Pablo. El texto sacro legible también en el lugar de trabajo debía contribuir a una constante familiaridad con la palabra del divino Maestro y a reavivar el espíritu apostólico.

Como auténtico enamorado de la Biblia, Santiago Alberione se preocupó de nutrir con este pan divino la vida espiritual y apostólica de sus hermanos. La invitación de Jesús "Venid todos a mí", leída en la puertecita del Sagrario de la catedral albesa en la luminosa noche carismática del 1900, le acompañó como una irresistible llamada: "Venid todos a mi escuela", nutríos de Evangelio.

Proponía un culto litúrgico de la Biblia, análogo al de la Eucaristía. “Es preciso tratar el Evangelio con veneración”, repetía. Y “sobre todo vivirlo en la mente, en el corazón y en las obras” (Abundantes divitiæ, 142). Animaba a los fieles a manifestar la propia adhesión mediante un formulario en línea con las promesas bautismales: “Prometemos leer un paso de tu Evangelio cada día en nuestras familias, y vivir según tu enseñanza”.


La conexión del beato Santiago Alberione con la Biblia es el trinomio Camino, Verdad y Vida. Lectura sapiencial que involucra la persona entera: mente, voluntad y corazón. Una Biblia que debe dar forma a la cultura, el arte, la ética, el culto, la vida social y política. En fin, una Biblia que pueda aún fermentar los sueños, las esperanzas y la historia del pueblo de Dios.

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